Samhain – Noviembre
Cuando el velo es solo un susurro
Hay una noche en la que el tiempo no avanza.
En que el latido de la tierra se hace más lento y solemne.
Es la noche en que el velo se disuelve y lo invisible se vuelve tan tangible
como el frío en el aliento.
Es Samhain.
No es solo una festividad, es un umbral.
El año nuevo de los antiguos,
el momento en que la rueda del año
se detiene por un instante eterno,
antes de girar de nuevo hacia la oscuridad fecunda.
Es el fin, que es un comienzo,
la muerte que es una promesa de renacer.
Los espíritus no “vuelven”.
Siempre han estado aquí.
Pero en esta noche,
nosotros somos los que nos volvemos lo suficientemente sensibles
para sentir su presencia en el roce de una tela,
en el crujir de la madera,
en el vacío perfecto que deja en el aire quien amamos y ya no está.
Es la noche de encender velas anaranjadas como faros,
no para espantar sombras,
sino para decir “estamos aquí, os recordamos”.
De dejar manzanas y pan en la mesa vacía,
como pacto tácito entre los mundos:
“Tu memoria es mi alimento. Mi respeto, tu morada”.
Es el momento de soltar con fuego
lo que mustio llevamos dentro,
los miedos, las culpas, los amores que se aferran a fantasmas.
El fuego de Samhain no quema,
transmuta.
Convierte el peso en humo que se eleva y se une a las nubes de donde caerá la lluvia que nutrirá las semillas del nuevo ciclo.
Samhain es poesía pura.
La poesía de lo que no se ve,
pero se siente.
De lo que no se toca,
pero abraza.
Es el recordatorio más hondo
de que pertenecemos a un ciclo infinito, donde cada final
es el acorde necesario
para que la canción de la vida
vuelva a comenzar.
Que en esta noche sagrada,
encuentres la valentía para honrar tu oscuridad,
la paz para dialogar con tus fantasmas y la fe para confiar en la luz que nace en el corazón mismo de la noche.
